JUAN CLEMENTE ZENEA: EL POETA MÁRTIR




JUAN CLEMENTE ZENEA
Juan Clemente Zenea es reconocido como uno de los poetas de mayor influencia en la literatura cubana. Su renovación al romanticismo creó nuevos caminos en la poesía hispanoamericana.
En Cuba se enamoró de la actriz estadounidense Adah Menken, quien le correspondió. En su primer destierro se reúne con ella en Nueva Orleáns, de donde ella provenía. La relación terminando poco después pero no la fidelidad del poeta al romance. Esto no quiere decir que Zenea fuera flojo de carácter, al contrario, tenía una personalidad muy fuerte. De joven fue excomulgado por el obispo de La Habana por un folleto que publicó. Aquello se arregló y años más tarde durante su primer destierro, en La Habana en su ausencia lo sentenciaron, recibiendo la pena de muerte. Simplemente que Adah Menken fue el amor de su vida.
A pesar de ser sobrino por parte de madre del poeta José Fornaris y haber atendido en La Habana al colegio El Salvador de José de la Luz y Caballero, se estima que la base de su formación fue autodidacta. Fundó muchas publicaciones y colaboró en muchas más, tanto en Cuba como en Estados Unidos y México. Usó varios seudónimos, entre ellos Adolfo de la Azucena, Ego quoque, Una Habanera. Durante la amnistía regresó a Cuba y entre sus otras actividades fue profesor de inglés. Era fluente en inglés y francés, además sabía italiano y latín.
Natural de Bayamo fue huérfano de madre desde muy pequeño. Su padre se vio forzado a regresar a España cuando aun el futuro poeta era muy joven. A los trece años de edad, Zenea se traslada a La Habana. Su talento literario pronto le abre caminos en el periodismo. Perseguido por razones políticas, en varias ocasiones sufre destierro en Estados Unidos. Sirviendo de mediador pacífico entre el gobierno y los patriotas, es injustamente fusilado por el gobierno español.
EN UN ÁLBUM

Tú vas hacia una orilla
de donde triste vengo,
lo que tú buscas ahora
es ¡ay!, lo que yo dejo!
Tú vas a ver un alba
que baña de oro el cielo,
y yo a ver un sol mustio
que ya se está poniendo.
Tú vas a sembrar flores
en fértiles terrenos;
yo voy a alzar mi tienda
en áridos desiertos.

Vas a lanzar tu barca
sobre un océano inmenso;
vas a aplicar al labio
la copa de los sueños.
¡Que duerma entre las velas
la cólera del viento,
que amor rompa las ondas
al golpe de sus remos!
¡Que, como yo, no tengas
que suplicar al cielo;
que encuentres, ¡ay!, almíbar
donde yo hallé veneno!

AUSENCIA

Desde el instante que nubló la ausencia
el luminoso sol de tu hermosura,
está mi triste corazón enfermo,
rota mi lira y mi garganta muda.

¡Ay! ¡Cuántas horas al presente corren
en el imperio de la noche adusta,
sin que alumbre tu mano entre la mía
el rayo amarillento de la Luna!

¡Cuántas veces, Fidelia encantadora,
trémula y vacilante y sin ventura,
hablabas a mi lado enternecida
de un beso, de un suspiro y de una tumba!

Grato el recuerdo de tu amor constante
por mi memoria solitaria cruza,
como en las tardes por desiertas playas
la gaviota cansada y vagabunda.

¡Pobre de ti que en el dolor naciste
bajo el cielo poético de Cuba,
tímida como el ave de los bosques,
bella como la flor de las lagunas!

Jamás infiel a tu promesa un día,
mis sueños de tristeza y de ventura
cambiar pudiste mentirosa y falsa
por negro afán y puzadora duda.

Siempre tú fuiste igual, siempre constante;
pródiga en tu cariño y tu ternura,
cuidaste no turbar la paz de un alma
a quien la ofensa más ligera turba.

Lamentaciones de dolor me inspira
hender la mar de mi existencia oscura
sin que me esperes en la orilla opuesta
y a otro mundo más bello me conduzcas.
Dos aves detenidas en un ramo,
cantando glorias y caricias mutuas,
al áspero silbido de las balas
nos fue preciso comenzar la fuga.

¡Mas yo te adoro; el corazón ardiente
tu imagen guarda en su interior oculta,
y está mi pecho con tu ausencia o
preso,rota mi lira y mi garganta muda!

FIDELIA

“Et dans chaque feuille qui tombe Je vois un présage de mort.”
Milllvoye.
¡Bien me acuerdo! ¡Hace diez años
y era una tarde serena!
¡Yo era joven y entusiasta;
pura, hermosa y virgen ella!
Estábamos en un bosque,
sentados sobre una piedra,
mirando, a orillas de un río,
como temblaban las hierbas.
¡Yo no soy el que era entonces,
corazón en primavera,
llama que sube a los cielos,
alma sin culpas ni penas!
¡Tú tampoco eres la misma,
no eres ya la que tú eras;
los destinos han cambiado:
yo estoy triste y tú estás muerta!
La hablé al oído en secreto
y ella inclinó la cabeza;
rompió a llorar como un niño
y yo amé por vez primera.
Nos juramos fe constante,
dulce gozo y paz eterna,
y llevar al otro mundo
un amor y una creencia.
Tomamos, ¡ay!, por testigos
de esta entrevista suprema,
unas aguas que se agotan
y unas plantas que se secan;
nubes que pasan fugaces,
auras que rápidas vuelan,
la música de las hojas
y el perfume de las selvas.
No consultamos entonces
nuestra suerte venidera,
y en alas de la esperanza
lanzamos finas promesas;
no vimos que en torno nuestro
se doblegaban enfermas,
sobre los débiles tallos,
las flores amarillentas;
y en aquel loco delirio
no presumimos siquiera
que yo, al fin, me hallara triste,
¡que tú, al fin, te hallaras muerta!

Después, en tropel alegre,
vinieron bailes y fiestas,
y ella expuso a un mundo vano
su hermosura y su modestia.
La lisonja que seduce
y el engaño que envenena,
para borrar mi memoria
quisieron besar sus huellas;
pero su arcángel custodio
bajó a cuidar su pureza,
y protegió con sus alas
las ilusiones primeras;
conservó sus ricos sueños
y, para gloria más cierta,
en el vaso de su alma
guardó el olor de las selvas,
guardó el recuerdo apacible
de aquella tarde serena;
mirra de santos consuelos,
áloe de la inocencia...
¡Yo no tuve ángel de guarda
y, para colmo de penas,
desde aquel mismo momento
está en eclipse mi estrella;
que en un estrado, una noche,
al grato son de la orquesta,
yo no sé por que motivo
se enlutaron mis ideas;
sentí un dolor misterioso,
torné los ojos a ella,
presentí lo venidero:
me vi triste y la vi muerta!
Con estos temores vagos
partí a lejanas riberas,
y allá bañé mis memorias
con una lágrima acerba.
Juzgué su amor por el mío,
entibiose mi firmeza,
y en la duda del retorno
olvidé su imagen bella.
Pero al volver a mis playas,
¿qué cosa Dios me reserva?...
¡Un duro remordimiento
y el cadáver de Fidelia!
Baja Arturo al Occidente
bañado en púrpura regia,
y al soplar del manso Alisio
las eolias arpas suenan;
gime el ave sobre un sauce,
perezosa y soñolienta;
se respira un fresco ambiente,
huele el campo a flores nuevas;
las campanas de la tarde
saludan a las tinieblas,
y en los brazos del reposo
se tiende naturaleza...
¡Y tus ojos se han cerrado!
¡Y llegó tu noche eterna,
y he venido a acompañarte
y ya estás bajo la tierra!...
¡Bien me acuerdo!
Hace diez años
de aquella santa promesa,
y hoy vengo a cumplir mis votos,
y a verte por vez postrera.
Ya he sabido lo pasado...
Supe tu amor y tus penas,
y hay una voz que me dice
que en tu alma inmortal me llevas.
Mas... lo pasado fue gloria;
pero el presente, Fidelia,
el presente es un martirio:
¡yo estoy triste y tú estás muerta!

A UNA GOLONDRINA

Mensajera peregrina
que al pie de mi bartolina
revolando alegre estás,
¿de do vienes, golondrina?
Golondrina ¿a dónde vas?
Has venido a esta región
en pos de flores y espumas,
y yo clamo en mi prisión
por las nieves y las brumas
del cielo del Septembrión.
¡Bien quisiera contemplarlo
que tú dejar quisiste;
quisiera hallarme en el mar,
ver de nuevo el Norte triste,
ser golondrina y volar!
Quisiera a mi hogar volver,
y allí, según mi costumbre,
sin desdichas que temer,
verme al amor de la lumbre
con mi niña y mi mujer.
Si el dulce bien que perdí
contigo manda un mensaje,
cuando tornes por aquí,
golondrina, sigue el viaje,
y no te acuerdes de mí.
Que si buscas, peregrina,
do su frente un sauce inclina,
sobre el polvo del que fue,
golondrina, golondrina,
no lo habrá donde yo esté.
No busques volando inquieta,
mi tumba oscura y secreta.
Golondrina ¿no lo ves?
En la tumba del poeta
no hay un sauce ni un ciprés.

EN GREENWOOD

(Camposanto de Nueva York)

Al lado de estas aguas silenciosas,
en medio de este bosque, en este asilo,
debajo de estas gramas y estas rosas,
es donde quiero reposar tranquilo.
¡Y pronto debo reposar! Mis días
se tiñen ya de pálidos destellos,
y anuncian mis postreras alegrías
las nieves de la vida en los cabellos.
Mas, ¿qué será si en las nocturnas calmas
salgo a vagar como las sombras suelen,
y en vez de hallar mis quejumbrosas palmas
los sauces sólo de mi afán se duelen?

¡Oh!, ¿qué será si en honda pesadumbre,
sentado a meditar sobre la losa,
suspiro por mi pueblo en servidumbre
y el cielo busco de mi Cuba hermosa?

¡Tormentoso será! Mas si tardío
nace a brillar el sol de mis anhelos,
cabe la orilla del paterno río
llevadme a descansar con mis abuelos.
Y allí donde mi cuna en hora amarga
al capricho meció voluble suerte,
dejadme al fin depositar la carga
y dormir en el seno de la muerte!

1 comentarios:

@Julita dijo...

Lo he disfrutado mucho.........
Gracias por publicarlo.