ALBERTO SICILIA



Alberto Sicilia Martínez (Cabaiguán, 1966). Poeta, camionero y promotor cultural. Ha publicado los poemarios El camión verde (1994) y A favor de la roca (1998). Tiene varios libros inéditos. Textos suyos han aparecido en diversas antologías, entre otras, Retrato de grupo (1990) y La Estrella de Cuba (2004).


“J.M.”
Quizás hoy sea seis de mayo de 1895
y si ayer hubiera podido
desenredarle a Maceo
la conversación
estas palabras que escribo no se perdieran
pero hoy es veintisiete de enero
y han pasado cerca de cien años
el cielo tantas veces gris
otro palmo de azul ha descubierto
no sólo el jinete, de Holanda el traje
sino el viejo murmurar del contramaestre
trayendo la codicia de pasadas contiendas
pasando el agua turbia
por los labios secos de Gómez
Yo apunto, remontando la ladera del tiempo
y en la inquietud de mi nombre sacudido
y mis palabras tantas veces remojadas
recojo los anzuelos
aquí, a la vista, la misma encarnación
los mismos juegos patrios
que acontecen al hombre
marcado por la historia
yo quiero silenciar mi verbo
hasta el desquite
reposar un siglo más
si acaso este universo
no rinde sus fronteras
y despertarme tarde,
una mañana, un seis
de mayo
y escribir cielo azul del río aletargado
bajo un árbol de Cuba
Palabras dictadas sin lujuria
destinadas al hombre,a no perderse.

“Barco sobre perfume”

Él era un barco que busca su naufragio,
ella era perfume y fingimiento.
Buscaron en la antigua Grecia
un lugar donde acostarse un par de horas,
encontraron un poema
que hablaba del amor de Cristo.
Se indignaron;
descubrieron al autor,
un oscuro homosexual del siglo xx,
se fueron de allí sin atreverse.
Él encontró un puerto en un grabado,
y era como yo con veinte años.
Ella se dejó toda la ropa
y era como la esposa de un ministro,
desvergonzada y pura.
Desde el fango hasta la piedra
Para Eloy y con él
En la última asechanza
está el silencio hablador
y está solo el versador
en medio de la balanza,
mas la noche, en su tardanza
inútil quiere perderme.
¿Es tan difícil hacerme
el giro de la atención?
¿Será sordo el corazón que no quiere comprenderme?
Para vencer callo y nombro
en el silencio mi clave,
y es que tu nombre es la llave
para cerrar el asombro.
Desnudo estoy y en mi hombro
tengo un tatuaje inhumano,
de furias tengo la mano
prendida de otra mejilla
y tengo un verso en la orilla
del viejo arroyo cercano.
Para armar tengo un paísa
negado en sus bochornos,
y tengo el pan crudo en mis mal
agradecidos hornos.
Salvaje, por los contornos,
desafiante el agua medra,
en un murmullo la hiedra
sube desde el suelo al muro,
paso a paso y sin apuro,
desde el fango hasta la piedra.
Torre a bajar
Para A. E. in memoriam
Torre a bajar
por esta lumbre vista,
mi canción es de ti,
tu resplandor.
Entre voces estamos,
juego al temblor,
indiferente a la sombra y su conquista.
El espacio del cielo que enemista
al ojo en la tormenta, es el mejor
espacio de sentir. Así el hedor
del pasar no contará. La corista
fija por Dios el dedo en el marfil
de los armarios. Soy el indicado
en la realeza, un soplo de la añil
curvatura. En el ascenso del espejo
la torre en dos se abre al convidado.
Es otro el escenario en su reflejo.

Foto breve

Y bajamos por la galería Este
hasta perdernos en un laberinto
de calles apagadas
y salir a los arrecifes de la costa sur
en la Boca o en María Aguilar
con erizos cobardes y barcos portugueses
tengo la grabación las palabras finales del discurso
y el sonido del mar que insiste
contra el borde de la isla
guardo la foto en blanco y negro de un cuerpo joven
con gotas de agua sobre el rostro
y en los ojos golpeante una gaviota
Los militares le negaron el saludo
y eran las once y treinta de la mañana
y era sábado más al sur
siempre pensando en el comercio del cuerpo y el pescado
lo negaron tres veces y como estaban desnudos
se masturbaron frente a la extranjera que parecía francesa
digo masturbándose a la francesa bajo el agua del sur de Trinidad
sólo por la risa destemplada de aquella vieja y blanca puta parisina
Eran tres erizos sin uniformes
bebedores de José Arechavala con los ojos inyectados de corales de fuego
mi recién esposa paría en un crucero obediente de dios
intentando cruzar la piscina ovalada
y yo volví hacia ella y penetré en su interior
buscando una salida
y mientras buscaba
el mundo se sacudía por el este
y los lagartos cambiaban de color
yo iba penetrando
abriendo puertas y saltando ventanas
dentro de ellas había frutas tropicales
que calmaban mi hambre y mi seda
fuera la oscuridad crecía
nos rodeaban animales más fieros
y paredes de agua turbia
algunas veces yo sacaba mis manos
para tocar sus pezonesy saber que allí estaban
Yo esperaba la paz de los senderos campestres
donde sólo se escucha el canto de los pájaros
y la brisa entre las ramas
yo esperaba la paz de los senderos
yo esperaba la paz.

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