NARARTE: EL ARTE DE NARAH VALDÉS





Hay veces que el destino es un niño pequeño y malcriado y nos va guiando por esas callejuelas que creiamos inexistentes, por esas callejuelas que de repente nos increpan con sus muros, con su historia, con esos cuentos que siempre creiamos parte de las novelas exquisitas. Hoy llego a esta parte de la ciudad, me detengo frente a este laberinto de pinceladas, colores, simples caprichos que atraen con su misterio nuestra atención y me quedo perplejo, me quedo sin palabras para expresar lo que una vez quise decir cuando en esa visión futurista donde vivimos nuestros proximos pasos llegue a esta pequeña y decorada calle donde encontre toda una isla de colores, toda una silueta perfectamente incrustada en la eternidad esculpiendo sus deseos, desmoronando esos atardeceres para lograr paisajes que solo la osadía de un buen tiempo y la voracidad por el conocimiento logran unificar en ese arcoiris de poesía.

No puedo más que llamar desde tu puerta a ese angel que destrona las copas de los árboles para levantar esos suspiros de admiración, que se acerca y nos enseña todos esos colores danzarines desde cualquier rincón, coloreando el orgullo, vistiendo la pasión por esa increíble presencia del placer y es que el silencio no puede quedarse ni callado ni dormido en esta pequeña calle donde habitan tus fantasías, no hay otro camino que detenerse y vivir el orgullo de cada pincelada, de todo ese amor que se desgaja de la incredulidad, de la visión de un par de zapatos que vienen hasta mi de manera coqueta y me muestran tu alma.


















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