ANGEL AUGIER (1910-2010)





Poeta, ensayista, periodista, investigador literario y crítico cubano nacido en Holguín en 1910, fallecido en la Habana en el 2010.
Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana, con estudios posteriores en el Instituto de Literatura Mundial Máximo Gorki de la Academia de Ciencias de Moscú, es una de las grandes figuras de la literatura cubana contemporánea.
Fue miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua, miembro del Consejo Asesor del Centro de Estudios Martianos, miembro fundador de la Unión de Periodistas y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y presidente de la Fundación Nicolás Guillén.
Ha sido, además, coeditor de revistas literarias cubanas y colaborador de varias publicaciones periódicas de otros países. Como conferencista invitado y como becario de la Unesco, ha viajado por numerosos países de América, Europa y Asia central.Fue condecorado con la Orden Nacional Félix Varela, de Primer Grado y obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1991.
Su obra poética se encuentra reunida en una antología publicada en 1980 y en «Todo el mar en la ola» en 1989
A LA LUZ DE TU SOMBRA CONMOVIDA
A la luz de tu sombra conmovida
deja de escuchar a tantas voces tuyas,
me quedaré desnudo de silencio
cuando me des tu intimidad desnuda.
Los recuerdos que corren por tu sangre
Te han dejado fragante de ternura,
Fuerte eternidad estremecida
Y el color secular que te circunda.
La nostalgia se sube a tus arcadas
Para soñar el sol su ansia madura;
Mientras las ramas verdes te acarician
En el temblor henchido por la lluvia.
Para las sombras de tus corredores
Son mis palabras como sombras mudas
Que quieren saturarse de tus ecos
Y saturan tu paz de albas futuras.



ANSIEDAD

Ansiedad
Esta flor mía, viva luz sin reflejo,
ahogada en ella misma,
bebiéndose a mi sombra
su más íntima savia,
su perfume más puro,
sintiendo en cada pétalo,
la clausura del aire
y el secuestro del agua,
de la nube, del árbol...
Esta flor mía,
encendida,
consumiéndose sola,
muerta en su propia música,
apretada en su tallo,
quebrado ya de angustia;
quemándose a sí misma,
en tanto que la tierra
desnuda su ternura
y es más ancha la vida,
y el canto,
y la mañana...

CUBA

Cuba, flotante línea suspendida
en la punta del agua sin sosiego;
llama en el centro de su propio fuego,
roja al viento la túnica encendida.
Cuba, de amor extiendes tu medida
y la sombra sepulta su astro ciego:
tu sangre, ardiente luz,
es dulce riego para alzar el tamaño de la vida.
Marítima y frutal, solar y sola,
las olas que establecen tu corola forman,
Cuba, coraza a tu alegría.
Y en tu carrera de canción y espuma
deslumbra a la mirada entre la bruma
el fulgor con que en ti florece el día.

EL MAR
Se ha caído al suelo el Mar. Difícil
recogerlo, alzarlo, ayudarle.
La masa espesa se mece
y se deshace en espuma, en olas;
se contrae y distiende,
se agita y calma, se enfurece
y desborda
como en inútil esfuerzo por levantarse.
La espesa masa no descansa:
moja, hunde, ahoga;
su corrosivo hálito de salitre,
esa onda salada y húmeda,
está ahí siempre incansable,
y el espumoso oleaje de gelatina,
azogue, agua.
Se ha caído al suelo el Mar.
Y es difícil asirlo, levantarlo.
Quizás sea preferible dejarlo donde está,
hasta que pueda alzarse por sí solo.
O hasta cuando lentamente
se deseque por cansancio.
O por aburrimiento.
ISLA EN EL TACTO
I
Cosida al mar y al viento
por puntuadas olas
a puro sol prendida,
tu perfil, isla mía,
tu contorno en el agua
con tu constante litoral
dibujas
revuelto hacia la luz
y hacia la espuma,
hacia el húmedo mundo clamoroso
donde pierden la tierra y el árbol
sus fronteras,
donde encuentra el azul
su razón en los mapas
y se disuelve en sal la geografía.
II
Soledad por tu sol y por tu ola:
isla sola: sol y ola
confundidos ciñendo, acariciándote
la piel mulata de la costa,
la femenina piel,
fragante de tabaco,
y la piel de la playa,
cálida y temblorosa
con su arena de azúcar.

III
En ti misma comienza y se reanuda
la línea en movimiento
de tus bordes inmóviles,
ese voluptuoso límite
que recorre tu dimensión exacta
y aprieta con su júbilo
tu verde desnudez estremecida.
En ti nace y renace,
ondulante rodeando tu náutica estructura,
esa inundada sombra flotadora,
esa flotante sombra sumergida
que marca tu presencia
en el sitio preciso donde el agua
seca las vestiduras de su viaje marítimo
y se detiene el aire para lavar su túnica.
IV
Isla mía, resonante,
naviera y vegetal a la deriva.
Cañaveral velamen
extendido de líquida, musical transparencia.
Sonora y descubierta caracola
de sol y mar y viento traspasada.
Palmar de verdes puntas de sonidos
del aire dueño y de la enredadera.
Amo y recorro al tacto
tu ámbito circundado
de acústica intemperie,
tu ámbito en que despliega
la luz de su canción el oleaje.
Ola en la luz,
luz rota en la ola:
Ola, ala de sal
que interminable
vuela en tu cielo terrestre;
luz, ala de sol
que cubre tu dimensión celeste.
Ola y luz en una única canción
que sin cesar afila su fragancia
en los clamores de los arrecifes.
V
Desde todos sus pétalos la rosa de los vientos
desde todas sus hojasolas de verde
azul lanza cada segundo
sobre tu acantilado relieve de desnuda
y abierta geometría.
Desde qué edad remota,
desde qué día sin año,
isla mía sonora,
ya en su oficio sin pausa
lanza la rosa insomne
olas prefabricadas,
en serie, arquitectónicas,
con sus crestas perfectas,
con su lote de espumas,
con su rumor secreto
de amante silencioso,
con su clamor
de enfurecido amante,
con su caricia apenas insinuada,
con su látigo sordo,
su lenta cuchillada,
su constante golpear,
ese ceñir sin tregua
con sus líquidas manos,
con sus dedos de espumas
la extensión que se alarga,
se cierra, se despliega,
la extensión que está anclada
en su firme frontera submarina,
esa incansable, ciega, salvaje, tierna,
dominante costumbre
de no cesar
de no cesar
de no cesar
en el ardiente ceñir
de tu collar de olas.

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