CHELY LIMA: POEMAS



Narradora, poeta, dramaturga, fotógrafa y guionista. Ha publicado más de 20 libros de novela, cuento y poesía en Cuba, México, Ecuador, Venezuela y Colombia. Cinéfila y lectora impenitente. Fuera de su país de origen, ha vivido en las ciudades de Quito y Guayaquil, siente debilidad por Bogotá, pasó cuatro gloriosos años en Buenos Aires, y dos años mágicos entre Berkeley y San Francisco. En la actualidad vive en Miami y en la luna (como siempre).


Francotirador en la niebla

Disparo a ciegas,
a tumbos por el rumbo de la última confluencia.
Disparo de soldado herido
que se mantiene en pie por pura obstinación.
Disparo ráfagas que van a incrustarse
en mi cabeza sin sosiego.
Disparo ráfagas que me vacían el pecho.
Vuelo, disparo.
Doy vueltas sobre mí mismo,
sin dejar de apretar el gatillo,
por más que no sé dónde se esconde
el enemigo que tiene mi rostro.
El que soy yo y viene dispuesto a liquidarme.
Tanteo ramas, rocas cubiertas por el musgo,
hilos de aguaque fluye en el silencio
de lo que nunca ha sido contemplado.
Adivino paisajes de helechos gigantescos,
huellas de manos ennegrecidas por el humo,
huellas de francotiradores que se restriegan los ojos
en un esfuerzo inútil por ver adónde va el camino,
las piedras para tropezar, los atajos, los escollos,
la criatura herida que me espera en algún punto.


Nunca digas nunca
Porque en un momento
puedes hallarte ahí
donde no quieres,
sosteniendo tu ala herida.
Mejor no juzgues a tu prójimo.
Mejor no hables
de lo que no debió ser.
Mejor no hables.
Tempestad de alas heridas en la calle.
Batiendo en cualquier calle del mundo,
en todas las calles.
Alas heridas que tapizan el suelo
con sus plumas ensangrentadas.
Esos ojos que te miran con espanto son tus ojos.
Ala herida.
Ojos de verdugo,
ojos de víctima,
ojos de juez,
ojos de fugitivo…
Ala quebrada en pedazos,
huesitos partidos,
el dolor punzante en la memoria.
Malo, bueno: nada somos.
Huesitos machacados
bajo el plumón tierno.
Ala herida

Previa


Yo soy todo cuanto existe.
Yo soy el que soy y no soy nada
al mismo tiempo.
Soy un soplo,
soy un silbido agudo entre los labios de Dios.
Soy Su aliento que traspasa las membranas del cosmos.
Soy todos los que me antecedieron
y ninguno de los que vendrán.
Yo soy Aquello que hereda.
Todo cuanto fueron, todo cuanto no será.
Y estoy diciendo una oración antes de entrar en el combate.
Por ti, por mí, por nuestro reencuentro.
Por nuestro reencuentro, pez que se repite,
hijo de la luna,
carne de sol,
sangre mía,
cordero que fue sacrificado.
Yo nombro sin nombrarlos a mis antepasados.
Uno a uno, que me asistan: Abuelos sin rostro.
Abuelas cuyos vientres fértiles
se confunden con el vientre de la tierra.
Padres míos. Madres mías.
Abuelos: reconstruyan sus huesos
y levántense por mí sosteniendo el fuego del lagarto.
Abuelas: acudan con sus cuencos de agua sagrada
para rociar el polvo.
Yo pido ayuda al ángel que me guarda.
Por la cruz de elementos.
Por la cruz pintada sobre mi corazón
y por la que tengo grabada en el rostro,
yo clamo por ti, Mumiah, desde el fondo del pozo,
a que vengas a ayudarme con tu lanza.
Mírame entrar a la batalla,
León, hermano mío,
con el cuerpo desnudo y sin defensa.
Recién abierto,
deslumbrado por un sol que aún no existe,
mi tercer ojo parpadea en mitad de la frente.

Imágenes

Mi infancia huele a pan recién horneado,a sahumerios de alumbre y a picuala.Ícaro fui: cargué sobre las alasUn gallo muerto y un beso asesinado…
Alberto Serret

Ícaro
Una mariposa posada en un espejo
no sabe que es una doble mariposa.
Sus patas se asientan sobre las patas
de la mariposa que está del otro lado.
Pero no puede ver que el movimiento levísimo
de sus alas se repite más allá del cristal.
Una mariposa que se multiplica
sobre la superficie de agua congelada del espejo
es ella misma y es la otra.
Es dos en una.
Pegados. Mariposas siamesas.
Una costura invisible nos une en la línea del espejo,
el nítido horizonte que divide un lado y otro.
Somos el mismo tú y yo.
Mariposas plantadas sobre el espejo.
Mariposas en vuelo a través del espejo del aire.
Mariposas con algo más que cera afirmando sus alas
al cuerpo menudo y movedizo.
Ya no más Ícaro: mariposas.

Dionisos

Él anuncia que vendrá
y que ya nada volverá a ser como antes.
Él promete que lo veré a danzar a mi alrededor,
con su cuerpo machihembrado,
con sus ojos de pájaro y su lengua escindida.
El Hombre Serpiente.
Aquel que se adentra en mi boca
para morderme y pasarme su veneno.
El que plantó en mi cabeza las imágenes del mapa
de esa comarca que no existe más que del Otro Lado.
El que es agua y aire y fuego y tierra.
El que se curva para chupar su propio falo.
El insaciable.
El que mueve las caderas como una hembra.
El que avanza con la fuerza de una flecha
para clavarse en el centro mismo de la diana.
El que es Hijo y Amante y Maestro al mismo tiempo.
El Hombre Mariposa.
Aquel que cantaba en las madrugadas de mi infancia
para poner humedad en el dedo con que bajé por mi vientre
a la hora en que dormían los adultos.
El que te aplasta el corazón con una mano
y con la otra lo empapa de su propia sangre para curarlo.
El que te viste con todos los colores del arcoiris.
El que conoce los secretos del camino subterráneo.
El que desciende y el que vuela.
El favorito del Padre:
Aquel que vive a su diestra y es acariciado.
El favorito de la Madre:
Aquel que se alimenta de sus pechos y de su boca.
Aquel que jamás duerme.
El que te habla desde el silencio
y te hace caminar cuando estás tendido.
El que te puede llevar por un paisaje donde el sol
ya no se pone nunca
y al mismo tiempo nunca deja de ser noche estrellada.
Él promete que vendrá y que ya
nada volverá a ser como antes.

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